Las diferencias geográficas, especialmente de relieve y de clima, influyen en el aprovechamiento del territorio y también en la arquitectura. En el territorio del ayuntamiento de Nueno como hemos visto, hay dos partes bien definidas con su propias características en cuanto a la geología, clima y vegetación, estas diferencias se dan también en el uso que sus habitantes han hecho de dicho espacio.
El territorio sur, ocupa somontanos y pie de sierra, es predominantemente llano aunque en él incluimos también la ladera de solano de La Sierra. La actividad económica principal estaba dedicada a la agricultura de secano, destacando las producciones de cereal de invierno, y de productos de tipo mediterráneo como el vino y aceite, estos últimos se producían no solo para el consumo propio sino para su venta en las poblaciones de la montaña cercana, que a consecuencia de su clima más frío y húmedo no se daban bien en ella. La ganadería extensiva era una actividad secundaria y complementaria de la agricultura, pues su principal problema es la carencia de pastos de verano.
El territorio norte es montañoso pues se encuentra en el interior de La Sierra, por su relieve abrupto en él hay menos posibilidades de dedicar superficies al cultivo, y además el ciclo vegetal es más largo pues las temperaturas son más frescas. Aunque estas condiciones permiten la existencia de cultivos muy limitados en la zona sur por su mayor necesidad de humedad como las patatas y plantas forrajeras. El clima de montaña también permite la existencia de pastos de verano, y en tal cantidad que se arriendan en verano par los rebaños de las poblaciones del somontano, por lo que la actividad principal era la ganadería extensiva.
Las industrias como la piedra, cal, yeso, madera, carbón vegetal, leña, eran de uso local, y en el mejor de los casos llegaban hasta la ciudad de Huesca; pues el principal obstáculo para la comercialización de productos y excedentes eran las comunicaciones, pues salvo la carretera de Jaca, la del pantano de Santa María de Belsué y poco más, el resto eran caminos de caballerías no aptas para carros.
A la explotación del territorio para la agricultura, ganadería e industrias se unían los frecuentes incendios para favorecer la creación de pasto, que impedían la regeneración de la vegetación, este aprovechamiento tan exhaustivo del monte a lo largo de decenios ocasionó graves problemas de deforestación y erosión, como aparece en los relatos de los geógrafos del siglo XVIII, y en las fotografías de principios del siglo pasado.
La pesca se daba de forma ocasional, para celebraciones especiales aunque usando todos los medios disponibles, caña, trasmallo, voltorino,… Mientras que la caza, especialmente el conejo (aunque también liebre, perdiz y palomas) era un recurso habitual para completar el consumo de proteínas; otro caso era la caza por la piel del animal centrándose en la zonas serranas y aunque no era una actividad a la que se dedicaran muchas personas y solo unos meses al año, sí les reporta importantes benéficos.
La vivienda estaba influida por las actividades económicas. A esto se dedicaba la planta baja con las cuadras, los almacenes de los aperos, masadería, etc. En el primer piso se encontraba la cocina, con la gran chimenea y la cadieras, que son grandes bancos de madera dispuestos alrededor del fuego, en esta habitación (la única caliente en invierno) es donde se desarrollaba casi toda la vida, tanto de la familia como de relación con los vecinos. La sala solo se daba en las casas más pudientes y se usaba par las celebraciones a modo de comedor y las alcobas exclusivamente para dormir los miembros de la familia, pues donde había criados contratados estos solían dormir en las cuadras. La falsa por debajo de la techumbre era el almacén de los trastos viejos y donde se guarda el grano de la cosecha.
Con el cambio geográfico hay también un cambio de los materiales geológicos que se refleja en la arquitectura de la vivienda, especialmente en los materiales con los que se construye.
Los pueblos del somontano: Arascués, pie de sierra: Nueno y Sabayés y solana de la sierra: Santa Eulalia de la Peña, tiene una arquitectura típica de valle del Ebro, los muros maestros son de tapial y a veces de mampuesto, con zócalo, esquineras y refuerzos de sillar de arenisca, la adoba se usa para las terminaciones donde no cabe el encofrado del tapial. El tejado es a dos aguas y cubierto con teja árabe, con aleros decorados con juegos de ladrillos o simplemente con tablas de madera.
En los pueblos de la zona norte de la sierra: Belsué, Lúsera y Nocito, la arquitectura es ya la característica de las zonas de montaña como la de comarcas cercana del Serrablo. Los muros suelen ser de mampuesto y de sillarejo, enlucido con cal para proteger la fábrica de la humedad. Es en los tejados donde hay más diferencias con la zona sur, para cubrirlo usan un material local, la losa, lajas de arenisca de mayor tamaño y grosor que la pizarra, son tejados muy pesados que necesitan de una fuerte estructura de madera para sustentarlo, reforzada con el uso de tijeras y reduciendo la separación entre maderos. Otro elemento característico son las grandes chimeneas, realizadas con tosca para reducir su peso, que se abren directamente en el techo de la estancia.
Pero no podemos hablar de los habitantes de este territorio y del uso que hacían de él sin hablar de la institución que los representa, la Casa.
La Casa no es solo el edificio, es el grupo familiar que vivía en ella, todos trabajaban para el mantenimiento y la mejora de las propiedades de la casa, cada habitante pertenecía a una Casa y muchas veces su apodo provenía del nombre de esta. Los dueños de esta tenían dominio sobre todas las propiedades y determinaban que trabajo debía hacer cada uno de los miembros de la casa. De entre su descendencia, pues no siempre era el mayor sino el hijo que veían más capacitado para mantener la casa y ocuparse de ellos, elegían al heredero, que no tendría poder hasta la muerte de los dueños a los cuales tendría que cuidar. Sus hermanas y sus hermanos, los tiones, trabajarían para él cuando llegara el momento, sin sueldo, solo por la casa y la comida. Por eso a mitad del siglo pasado, cuando se inició la despoblación de las zonas rurales, fueron los hermanos del heredero los primeros en abandonar la casa en busca de mejores perspectivas en las ciudades. La Casa al quedarse sin “brazos” y sin bocas que alimentar fue abandonado las parcelas menos productivas, reduciendo el tamaño de los rebaños, y abandonado también la extracción de leñas y madera del monte, limitándose en el mejor de los casos a las parcelas que se pudieron mecanizar, sin depender del rebaño para fertilizar los campos ni de los recursos locales.