El aspecto de las diferentes especies de plantas y de sus partes, como hojas, flores, etc. es muy diversa, incluso en especies emparentadas puede ser muy diferente, por eso los botánicos recurren a las flores, para clasificarlas.

Cada especie de planta tiene su propia forma, aunque suele estar modificada por las condiciones ambientales. Especialmente en las coníferas que crecen aisladas se aprecia su edad, los ejemplares jóvenes tienen abundancia de hojas y las ramas crecen en dirección a la luz, mientras que los pies viejos poseen muy poco follaje y ramas inclinadas hacia el suelo.

Si han crecido aislados, los árboles desarrollan copas frondosas y esféricas pues la luz les alcanza desde todos los lados; pero si han crecido agrupados en un bosque, solo mantienen las ramas que reciben suficiente luz, normalmente las superiores.

En los lugares con vientos constantes en la misma dirección, crecen inclinadas o con follaje solo a sotavento de las ramas y del tronco.

Las plantas pueden evitar ser comidas desarrollando defensas mecánicas como pelos rígidos y espinas. Estas se pueden situar en el borde de la hoja, como en el acebo, o sobre toda la hoja como en el cardo. También se pueden desarrollar en el epitelio del tallo, como en el rosal, o tener todos los tallos transformados en espinas como en aliaga.

La forma de frutos y semillas nos indica su manera de dispersarse.  Si es por el viento, aumentan su superficie a modo de vela como alas en el arce, vilanos en las compuestas, o la pelusa de los chopos. También pueden dispersarse transportadas en el exterior de los animales, clavadas mediante espinas o enganchadas al pelaje.