Las plantas son buenas informadoras del clima donde viven, puesto que como no se pueden desplazar y evitar sequías o fríos intensos, no tienen más remedio que adaptarse a él o desaparecer. En nuestra zona hay dos periodos malos para las plantas, durante los cuales no pueden crecer, el verano por la falta de agua y el invierno por el frío. El frío impide la existencia del agua líquida, eso para las plantas representa sequía, por eso las adaptaciones a esta y al frío son semejantes.

La vegetación cambia según lo hacen las condiciones ambientales. Al ascender por una ladera va disminuyendo la temperatura a la vez que aumentan las precipitaciones, por lo que se van formando pisos de vegetación; solo en el piso más alto, el alpino, faltan los árboles por ser el periodo de crecimiento demasiado corto.

Los anillos de los árboles son un registro de su crecimiento. Por sus dimensiones podemos saber si fue un año bueno o malo, y deducir por la altitud a la que se encuentra si se debió a la temperatura o a las precipitaciones. Esto nos permite conocer el clima del pasado. Para acceder a esta información, como a la edad, basta con sacar una muestra del tronco, sin cortarlo, con una barrena en forma de tubo.

Las plantas nos pueden informar sobre el clima local. Como norma general, las plantas de hojas muy grandes tiene asegurada el agua a lo largo del año, mientras que su problema suele ser la escasez de luz. Por contra las plantas de hojas pequeñas y con protecciones como barnices brillantes, pelillos blancos, etc. son propias de lugares secos y muy luminosos.

Hay especies de plantas que solo se dan en ambientes muy concretos, como las amantes del calor, termófilas, que son más propias de la zona de la costa y aquí se dan en media ladera lejos de las nieblas del invierno y de las heladas de zonas altas, como lo son el lentisco, la olivareta o incluso la coscoja.