Presentación

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En este jardín se muestran las especies más representativas de la solana de la sierra y de los somontanos. De esta forma el visitante podrá adquirir unos conocimientos sobre las plantas más frecuentes, que le ayudarán en las visitas a otros espacios pues, con la información que nos aportan, podemos tener una idea del clima, de los incendios o la influencia humana. Las especies están agrupadas en seis zonas, que responden a diferentes hábitats y a las  adaptaciones a las condiciones de los mismos, y están ordenadas de manera que representan la evolución de la vegetación desde el abandono de un campo o después de un incendio, hasta el establecimiento del bosque clímax, en nuestro caso el carrascal.

Las seis zonas se encuentran a lo largo de un único recorrido, de esta forma se ayuda al discurso sobre la distribución de la flora. Dado el tamaño reducido de la mayor parte de las plantas, estas se sitúan sobre un parterre continuo y elevado, aproximadamente 60 centímetros sobre el camino, de manera que nos permite darles la importancia que merecen y apreciarlas con mayor comodidad, incluso accediendo al jardín en una silla de ruedas. Así mismo la situación elevada permite tocarlas y olerlas cómodamente, pues ambas acciones se consideran necesarias para la correcta percepción de muchas de las especies del jardín. Cada especie cuenta con una ficha de información rápida en la que se especifica el nombre común y una serie de características como: adaptaciones a la sequedad, defensa mecánica o química contra los herbívoros y adaptación al fuego. Esta información se realizara a través de pictogramas, y se podrá ampliar con la existente sobre cada especie y en la web del espacio Salto de Roldán.

Zonas y especies vegetales del jardín

Cultivos. Los más característicos son los frutales como el olivo, el almendro y, sobre todo, la vid (la garnacha de esta población era famosa en el siglo XVIII para la producción de vino del somontano). También se incluyen pequeños cuadros de cereales (avena, cebada, centeno y trigo) para que los visitantes puedan comprobar las diferencias entre ellos.

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    • Yermo. Los campos abandonados se van cubriendo primero de plantas arvenses para pasar después al lastón, con aliagas y pequeños matorrales como el mermasangre azul y el escobizo. Destaca la abundancia de plantas con bulbo que pasan desapercibidas durante gran parte del año, pero que en primavera llaman la atención con grandes y vistosas flores, muchas de ellas conocidas en su versión de jardinería como narcisos, gladiolos, jacintos, tulipanes, orquídeas, falsos azafranes, etc. También encontramos plantas típicas de las estepas como el albardín, el sisallo, la ontina y la capitana.
    • Pirófitos. Son las plantas adaptadas a los incendios. El fuego destruye las partes aéreas como ramas y follaje pero la planta rebrota después desde la cepa, o desde las semillas, en un terreno libre de plantas competidoras y rico en los nutrientes de las cenizas, de esta forma dominan en aquellos lugares donde los incendios son frecuentes. Son especies como la coscoja, el boj, el enebro, la aliaga y el pino carrasco.
    • Aromáticas. En las zonas soleadas, sobre suelos esqueléticos y adaptadas a la sequía, encontramos a las plantas aromáticas. Su olor y sabor intenso, son una defensa por ser poco apetecibles para los herbívoros, como lo son el tomillo, el romero, la salvia, el espliego, el poleo, la ruda, etc. Otras son además favorecidas por el ganado como la ontina, que prefiere los suelos ricos en nitrógeno.
    • Sarda y matorrales espinosos. Las comunidades anteriores son sustituidas por otra de matorrales de mayor porte, que con su sombra eliminan y sustituyen a las especies anteriores de menor desarrollo. Aunque son una protección más eficaz contra la erosión, si no se ha formado suficiente suelo se pueden quedar como permanentes, como por ejemplo las sardas de coscojas o los bujedos. Los matorrales espinosos se libran de los herbívoros con defensas mecánicas; a veces son especies que necesitan suelos ricos en nitrógeno como los rosales y las zarzas. Otras son de fruto comestibles como el espino albar y los arañones. El conjunto puede formar amplias zonas intransitables, pero imprescindibles para la regeneración de la vegetación, y suelen formar además la orla que protege a los bosques.
    • Carrascal. Es la formación boscosa característica de la zona y debería ocupar grandes extensiones, pero como consecuencia de los incendios repetidos, el pastoreo y la agricultura se ve relegado a pequeños grupos y a árboles aislados. Aunque la carrasca es el árbol dominante, va acompañado de otros como el litonero, el madroño o el roble quejigo en las zonas más frescas. El carrascal, produce suficiente sombra para impedir el normal desarrollo de las plantas que hemos visto hasta ahora, por eso bajo sus copas aparecen otras menos adaptadas a la sequedad y que pueden prosperar a la sombra como el durillo, la violeta o algunas trepadoras como la clemátide y la hiedra.