– LOS BOSQUES
En un montaña el clima varía, según ascendemos se vuelve más frío, y aumentan las precipitaciones. Esta variación se ve intensificada por la orientación, cuando coinciden las laderas más lluviosas con las de umbría y las más secas con las de solana. Por eso la vegetación cambia con la altitud y la orientación, cada franja altitudinal esta ocupada por una vegetación característica, formando lo que se denomina pisos de vegetación. Cada uno, esta representado por un tipo de bosque, que iremos viendo desde las cotas más bajas a las más altas. Estos bosque serán la vegetación clímax o permanente y va acompañado por una serie de especies características que compone su cortejo florístico, pero por la influencia humana es sustituida principalmente por matorrales más generalistas que constituyen la vegetación secundaria y en algunos lugares domina el paisaje formando yermos, sardas, bujedales, etc.
Carrascal
Si comenzamos nuestra andadura por las zonas más bajas y orientadas al sur nos encontraremos en el dominio de la carrasca. Árbol frugal que gracias a sus duras hojas perennes que posen protecciones en forma de ceras y pilosidades aguanta el frio del invierno y la sequedad del verano en los somontanos y solanas de la sierra. Destaca el carrascal de Arascués uno de lo escasos que quedan en el llano. La carrasca volverá a aparecer más al norte en enclaves donde la roca porosa o los vientos desecantes de las crestas impiden el establecimiento de bosques de tipo atlántico. La carrasca es una especie tolerante al fuego si este no es muy intenso, por lo que suele ir acompañado en su cortejo florístico y también sustituida en la vegetación secundaria por especies que se ven favorecidas con el fuego como el enebro, el boj o la coscoja; en las zonas más resguardadas del frío aparecen arbustos como el madroño, lentisco o la olivareta que nos recuerdan a los bosques cálidos del Terciario que cubrieron esta zona.
Quejigar
Cuando las precipitaciones aumentan domina otro pariente de la carrasca: el roble quejigo o cajico. Ya indica veranos más húmedos lo que el permite perder su hoja en invierno, aunque esta caída no es total sino que se va produciendo poco a poco hasta la primavera, lo que le da a estas formaciones un aspecto seco durante el invierno. Estos árboles fueron usados como proveedores de leña y se podaban cada varios años lo que ha permitido que se conserven ejemplares de troncos grandes y poca altura. En las cercanías de Belsué y Lusera tenemos buenos ejemplos de quejigares y de ejemplares podados.
Pinar de pino silvestre
El pino silvestre o royo llamado así por el característico color anaranjado de la parte superior del tronco, aparece en la umbrías sustituyendo al cajico que no soporta tan bien el frío como este pino. Este es un árbol de crecimiento rápido y muy versátil, pues tanto aparece como vegetación secundaria de bosques húmedos creciendo en los peores lugares, como forma masas puras de dos tipos: el pinar con boj en las partes más soleadas y el pinar musgoso rico en musgos que cubren el suelo en las umbrías. Su distribución actual fue favorecida por la repoblaciones que se realizaron años atrás, por lo que es muy frecuente encontrar esta especie en toda la parte norte de la sierra.
Como continuación de este pinar aparecen los bosques de caducifolios típicos de un clima oceánico, sin sequia estival. Las especies de hoja perennes pueden aprovechar los días buenos de invierno para realizar la función clorofílica y así compensar la perdida de actividad en verano por la sequia, las especies caducifolias no pueden aprovechar los días de invierno pues están sin hojas por lo que necesitan tener asegurada el agua en verano, por lo cual se sitúan en las zonas más lluviosas donde chocan los frentes de nubes con la sierra.
Bosque mixto
En el bosque mixto a diferencia del resto de formaciones boscosas no domina una única especie de árbol sino que se caracteriza una alta diversidad, especialmente de frondosas caducifolias (supera la docena de especies). Pudiendo encontramos cerca especies de ambientes muy diferentes (haya y carrasca) incluso invirtiendo sus situaciones habituales (carrascas creciendo por encima de abetos). Merece la pena acercarse en otoño para disfrutar del colorido de estos bosques como en la umbría de Gabardiella o de Guara, en el barranco de La Pillera.
Hayedo
El otro bosque caducifolio es el hayedo, aunque aquí claramente domina una especie de árbol, es tan eficaz acaparando la luz que el sotobosque puede llegar prácticamente a desaparecer. El haya es una especie bastante más frugal de lo que se creía si tiene asegurada el agua en verano, por lo que actualmente se esta extendiendo al amparo de los pinares de pino silvestre. Destacan las hayas en la cabecera del barranco de La Pillera y en la umbría de la Peña del Mediodía.
Abetal
El abeto nos indica los lugares más fríos y húmedos, sus pimpollos se desarrollan bien a la sombra de otros árboles y arbustos, y por su mayor talla (puede llegar a los 45 metros) sobrepasaran la copa del resto de especies y las eliminarán con su densa sombra. Es pues un formación clímax y no participa en la vegetación secundaria de ninguna otra formación. El abetal de A Betosa en la umbría de Guara es junto con el de Boumort (Lérida) el más meridional del Pirineo y su estado de salud es francamente bueno a pesar de estar situado en su límite geográfico, de que fuera talado a mediados del siglo pasado y del problemático estado de algunos abetales pirenaicos.
Pinar de pino negro
Por encima del abeto, y como límite altitudinal del bosque y de los árboles aislados, encontramos al pino negro, se concentran entre la base del escarpe superior de Guara y la parte superior de la glera. Una vez dijo alguien refiriéndose a este árbol que era capaz de sufrir más sin llegar nunca a morir, pues no solo debe soportar el frio de la alta montaña, con un periodo vegetativo corto, dependiendo mucho de las precipitaciones estivales, sino también soportar fuertes vientos, aludes y la caída de rayos, por lo que muchos ejemplares muestran partes secas, quemaduras o presentan portes postrados, lo cual no impide que en esta zona se puedan encontrar ejemplares con más de trescientos años, pues aquí nunca se ha cortado madera debido a la inaccesibilidad de esta zona.
Pastos de cumbres y crestas
Llegados a una determina altura el desarrollo de los árboles es imposible pues el periodo de crecimiento es demasiado corto para que puedan formar los tejidos que los protegen del frio y de la deshidratación, por lo que en las zonas de cumbres, entre las rocas que la forman, solo encontramos arbustos rastreros y herbáceas, plantas que pasan el invierno bajo el manto protector de la nieve y están adaptadas al frío, los fuertes rayos solares y los vientos desecantes. Sin embargo, su aspecto humilde esconde su importancia, aquí refugiadas como si de una isla fuera encontramos plantas que llegaron en épocas más frías procedentes de otras montañas y de la tundra ártica, al retirarse el frio se quedaron aquí aisladas en las crestas y cumbres en torno al pico de Guara, de ellas la planta más conocida es la flor se nieve. En las mejores condiciones estas las herbáceas llegan a formar pastos, pastos de verano importantes para el ganado, por lo que en la Edad Media, tras la Reconquista, el aumento de la cabaña ganadera hizo que se aumentaran estos pastos de forma artificial, eliminado los bosques que cubrían zonas como Vallemona y Cupierlo. Por eso si disminuye la presión ganadera, los matorrales como el erizón y el boj se van extendiendo y tras de ellos los pinos buscando la vuelta al equilibrio del bosque.
Roquedos y gleras
En los roquedos las plantas quedan reducidas a las que se desarrollan en grietas y repisas donde encuentran algo de suelo y humedad, son plantas especialistas y algunas de ellas con una distribución muy reducida. El caso más notable es la oreja de oso, no solo vive en la roca sino que cuando escasea el agua parece que se seca y muere, pero después de una tormenta revive y sus hojas secas se estiran y vuelven verdes. En las gleras hay suelo bajo las piedras que las forman, pero estas se mueven y rompen o desentierran a las plantas que se atreven a vivir ahí, y son plantas especialistas con potentes raíces, capacidad de rebrotar y de distribución muy reducida, como la Cochlearia aragonensis, descubierta en la Glera de Guara y presente solo en escasas pedreras del Valle del Ebro.